La construcción en seco requiere que las partes de un edificio se unan mediante sistemas de fijación mecánica, sin utilizar materiales de unión que se consolidan después de la colocación.
En esta técnica constructiva, los elementos se mantienen unidos mediante una lógica precisa.
Haciendo un recorrido histórico por la tradición constructiva, desde las estructuras megalíticas prehistóricas hasta las expresiones más avanzadas de la arquitectura, podemos reparar en que se realiza con materiales ligeros enmarcados.
El montaje en seco, por lo tanto, forma parte del camino de la evolución humana.
Las primeras estructuras sencillas, construidas con técnicas de unión basadas en la yuxtaposición y superposición de piezas, tenían como único objetivo delimitar un espacio.
Posteriormente, el sistema constructivo evolucionó y adoptó el solapamiento de piezas, que se lograba interviniendo sobre los elementos individuales, que se cortaban y modificaban para este fin. Durante mucho tiempo, este método constituyó el horizonte tecnológico del ensamblaje.
Hoy en día, por el contrario, las construcciones en seco no requieren operaciones de adaptación de las piezas individuales que, por el contrario, llegan a la obra con la forma y las dimensiones definidas en el proyecto y, por lo tanto, listas para ser utilizadas.
Esta lógica de ensamblaje permite sustituir un solo elemento sin necesidad de modificar toda la estructura.
Es por eso que esta técnica no solo ser refiere al paradigma constructivo en sí mismo, sino que influye en la forma de abordar un proyecto.
Implica ideas, así como técnicas y materiales.
A lo largo de la historia, el uso de materiales que se ensamblaban en seco ha estado determinado por diferentes causas.
En primer lugar, en el pasado la propia naturaleza de los materiales ha definido su uso.
Pensemos en la piedra y en las construcciones diseminadas en diferentes latitudes y a lo largo de toda la historia «habitacional» del ser humano. Es una práctica consolidada, una habilidad técnica profundamente arraigada, que se ha aplicado con el tiempo a otros materiales.
Sin embargo, los materiales tienen una expresividad propia, que va más allá de la simple función que desempeñan. Son señales de la historia y representan elementos de continuidad o de ruptura con la tradición.
Pensemos en la madera primero y el hierro después.
La piedra acompaña la historia del hombre, tanto en su necesidad de cobijo y vivienda, como en sus funciones sociales más avanzadas.
Los primeros ejemplos que nos ofrece la historia son los asentamientos megalíticos de Stonehenge, un conjunto de piedras erguidas en Inglaterra, formado por bloques verticales y dinteles, ensamblados mediante uniones machihembradas de tipo caja y espiga.
Cerca de nuestro horizonte cultural, los edificios de culto de la Antigua Grecia son grandes ejemplos de construcciones en seco.
Las habilidades adquiridas en el trabajo de la piedra también se han transferido a la madera.
Desde el entrelazado de materiales flexibles hasta la madera laminada de las construcciones modernas, el montaje en seco de la madera es una referencia centenaria de las técnicas de construcción.
Desde Noruega hasta Japón, son numerosos los ejemplos de construcciones de madera realizadas con técnicas similares, a pesar de las diferencias culturales y del entorno.
Es el propio material el que guía el método de construcción.
El hierro no se convierte en un elemento constructivo hasta que, gracias a los avances de la siderurgia, se incrementa su producción y se consigue una calidad constante.
Uno de los ejemplos más emblemáticos de esta etapa del desarrollo del hierro es el puente de hierro fundido sobre el río Severn de Darby (1779) en Shropshire (Gran Bretaña), un ejemplo de ensamblaje en seco basado en procesos industrializados, en vez de artesanales.
Habrá que esperar a la soldadura por arco, que mejora la rigidez de las juntas, para llegar a un nuevo punto de inflexión: el hierro y el acero se convierten en un símbolo de la ligereza en arquitectura.
Comienza le época de los grandes rascacielos de la escuela americana.
En arquitectura, la forma ha ido evolucionado gracias a los nuevos materiales y técnicas de construcción.
Las formas masivas impuestas por las construcciones de piedra han dado paso a formas más libres.
Hoy en día, el uso de construcciones en seco viene dictado por las necesidades de contingencia: la contención de los costes y de los tiempos de construcción suponen un fuerte incentivo para adoptar esta técnica.
En otros casos, la elección de materiales y técnicas responde a la lógica arquitectónica y se convierte en la expresión de un lenguaje.
Por último, la necesidad de organizar la obra de acuerdo con la lógica industrial ha derivado en una revisión de todo el proceso de construcción: la obra se convierte en el último paso de un recorrido que se realiza simultáneamente en diferentes lugares.
Los edificios construidos utilizando la técnica del ensamblaje son el resultado de la unión de ideas y prácticas, de lógicas productivas y constructivas.
El horizonte en el que se mueven estas construcciones en seco responde a las demandas de la vida contemporánea: sostenibilidad ecológica, rapidez constructiva y flexibilidad de uso.